jueves, 12 de noviembre de 2009

Tierras del Querandí.

Es viernes 6 de noviembre son las 14:00hs y la lluvia cae con intenciones de arruinar la salida de pesca al faro Querandí, pero todo pescador ha pasado por esto alguna vez y sabe lo que se siente tener todo organizado y listo para partir desde varios días antes y que comience a llover a último momento , como también sabe, que cualquier pescador hará hasta lo imposible por no suspender la salida, cuantas veces nos habremos encontrado tratando de convencernos a nosotros mismos con frases como “es una nube”, “al mediodía para”, o “seguro que allá no llueve”, por eso mientras trataba de auto-convencerme que no iba a llover mas y repasaba una y otra vez el Windgurú y cuanta página de meteorología existiere, buscando “esa” que diera esperanza de algo de sol, pero que no encontré, todas pronosticaban lluvias para el sábado por la mañana y nublado el resto del fin de semana, por un momento se me cruzó la idea de levantar el teléfono y llamar a mi hermano para darle la triste noticia de que la salida debía ser suspendida por lluvia, pero me “comí” la cabeza diciéndome cosas como “qué clase de pescadores somos? Los verdaderos pescadores le ponen el pecho si llueve se mojan y se la bancan”, “encima seguro que no llueve mas y mañana me quiero matar” y cosas por el estilo, así que no lo llamé nada y me fui a comprar la carne y los artículos de pesca que nos faltaban y a esperar que llegara la medianoche para partir de una vez por todas y "si quiere llover, que llueva".

Llegó la hora, con mi primo Martín y mi hijo Tomy despertamos a mi hermano Gonzalo y comenzamos a cargar la camioneta con un sinfín de cosas, por un momento llegue a pensar que nos mudábamos, en 40 minutos teníamos todo listo, nos tomamos el cafecito de despedida y a la 1:15 de la mañana pusimos rumbo a Mar Azul. El viaje fue más que excelente, la ruta era prácticamente para nosotros solos, y entre mate y mate con buena charla acompañada por música la música de fondo llegamos a la primer parada en la estación de servicio de la ruta 11 pasando Pinamar, donde nos abastecimos antes de entrar a la playa. Unos kilómetros más adelante encontramos la entrada a Mar Azul, camino de tierra que se pierde en un bosque lleno de cabañas y pequeños comercios con construcciones de tronco y piedra que lo convierten en lo que bien podría ser la tapa de un cuento de hadas, continuamos viaje por la avenida principal y llegamos hasta la playa donde hicimos una parada para juntar piñas y leña que servirían como se dice “para pasar la noche” dado que junto al mar sopla un viento no muy amigable. La entrada a la playa no fue del todo fácil, el viento era muy fuerte y volaba mucha arena dejando un suave colchón por el que se hacía difícil avanzar, motivo por el cual debimos parar y desinflar los neumáticos, sin más contratiempos llegamos al lugar previsto, exactamente 6,4km pasando el faro Querandí, un lugar maravilloso con enormes playas desérticas continuadas por kilómetros de médanos y con profundas canaletas cerca de la costa que hacen soñar a cualquier pescador con la posibilidad de sacar el pez de sus sueños.

El viento sur era bastante fuerte y el mar tenía un arrastre como para tirar con un “fitito” de plomada, así que armamos un ápside y dos sombrillas para protegernos del viento y realizamos una caminata para explorar el lugar y juntar más leña, con unos caños que encontramos en la playa improvisamos un soporte para la pavita y calentamos agua para tomar unos mates y esperar que el picado mar se tomara un descanso y nos dejara al menos mojar un rato los anzuelos, cosa que no sucedió, por lo que nos mudamos a una olla en medio de los médanos buscando mayor reparo del viento para evitar que el asadito se convirtiera en milanesas de arena. Almorzamos como en lo de “Mirta” (solo que tuvimos que enterrar las patas de la mesa para que tuviese la altura de las reposeras y comer cómodos) y nos fuimos nuevamente a disfrutar la playa y pescar un rato, pero se hicieron las 19:30 y no tuvimos un solo pique, por lo que decidimos buscar un lugar en los médanos y armar la carpa antes que la noche nos cayera encima, una hora más tarde ya teníamos el rancho armado, el fuego encendido y el disco ya caliente para preparar lo que yo llamaría algo así como un “ guiso de arroz con pollo”, porque como nos faltó el pescado y juntamos lo que había, que dicho sea de paso estaba para chuparse los dedos. La luna no se hizo presente y la oscura noche nos regaló un cielo infinito con millones de estrellas imposible de ver en la contaminada ciudad, el viento se solidarizó con nosotros y dejó de soplar, momento más que perfecto para tomar un café con un alfajorcito, así que corrimos el disco y le dimos protagonismo a la pava. La noche era perfecta, Martín y Tomy dormían en la carpa cuando Gonzalo y yo tomábamos nuestro segundo café y fuimos sorprendidos por una estrella fugaz que nos dejó boquiabiertos, no podíamos pedir más, era una noche espectacular cuando Gonzalo me dice “Mira, que es eso sobre el agua?”, me paré y vi lo que parecía la vela de un velero iluminada de color anaranjado como si fuera por el fuego, pero pronto dejó de hacer contacto con el mar y dejó ver que era la luna más bella que haya visto hasta el día de hoy, el color era un naranja indescriptible y de un tamaño enorme, intentamos filmarla y fotografiarla pero la lente no podía captar lo que veían nuestros ojos, simplemente indescriptible, la mejor manera de dar por terminada la jornada y retirarnos a dormir para juntar fuerzas para mañana.
Domingo 6:00 de la mañana, suena la alarma del celular, pero el sueño gana la batalla, la apagué y seguí durmiendo otros 45 minutos más, al levantarme y mirar a mi alrededor tengo la sensación de alguien ha presionado el botón de “pausa” en el control remoto y la imagen permanecía inmóvil, no corría nada de viento, el mar era una pileta, el marco ideal para probar suerte con la pesca, así que tome lo que pude cargar, que fueron 2 cañas, 2 posa cañas, un cuchillo y una bolsita con calamar, camine los 150 metros que me separaban de la costa y luego de lanzar las líneas al agua me senté a disfrutar del hermoso paisaje, en medio de tanta soledad, el viento era casi nulo y el sonido del mar inundaba de calma la escena, estar ahí, tan lejos de todo es una sensación única, no podía dejar de pensar en toda esa gente que en ese momento se encontraba en la ciudad, todos amontonados, viviendo unos encima de otros, corriendo de un lado a otro, llevándose por delante para llegar rápido a casa a sentarse frente al televisor antes de irse a dormir para repetir lo mismo una y otra vez hasta el cansancio. Creo que todos en algún momento tendrían que realizar una experiencia como esta y pasar un fin de semana en medio de la nada, sin las distracciones de la ciudad, solo uno y la naturaleza, sin televisión, sin cocina, sin heladera, sin microondas como vivió el hombre durante muchos años, en armonía con las cosas que lo rodean. Volviendo a la pesca, luego de una hora sin un solo pique comencé a dudar de la línea, los anzuelos, la carnada, estaría lanzando muy cerca? , ya no sabía qué hacer, lo que mantenía mi ánimo en alto eran una docena de cañas que se encontraban a unos 200 metros y que tampoco habían acusado pique alguno. Siendo las diez de la mañana y sin señales de vida marina más que por un lobito marino que pasó saludando con rumbo norte, volví hasta el campamento a despertar al resto del equipo para mudarnos nuevamente a la playa, pero solo Martin y Tomy dieron señales de vida y me acompañaron a la playa para ver si cambiaba mi suerte y lograba pescar el almuerzo, Gonzalo (como siempre) siguió durmiendo durante la hora y media siguiente hasta que comenzamos a desarmar todo y no tuvo más opción que mudarse con nosotros a la playa. Mientras nos instalábamos, Martín hizo un pozo y encendió el fuego para calentar el agua del mate, Tomy aprovechó el viento y se divirtió remontando un barrilete. Llegando a las tres de la tarde sin siquiera un pequeño pique que nos alentara a seguir intentando pescar algo, decidimos levantar campamento y volver a Mar Azul para comprar el almuerzo y cerrar la salida con un paseo por la bella ciudad de Villa Gesell donde se realizaba la Tercer Fiesta del Pescador Deportivo donde según los comentarios la pesca fue casi nula, lo que para nosotros fue un alivio, ya que volvíamos con las manos vacías y el ego de pescador por el piso.

En resumen una experiencia más que recomendable, pasamos un fin de semana distinto, en pleno contacto con la naturaleza, lejos de todo, disfrutando del sol durante el día y de un cielo espectacular durante la noche, solo faltó la pesca, pero eso es lo lindo de todo esto, ahora tenemos la escusa perfecta para volver por la revancha.

Aca les dejo las fotos.

Amaneciendo en la estación de servicio.



Casitas llegando a Mar Azul.



En el bosque, juntando leña antes de entrar a la playa.



La mañana del sábado.



Buscando refugio para hacer el asado.



Por la tarde.



Preparando el campamento.



Domingo por la mañana, pura calma.



El regreso.




Ya lo dijo Fito: " Dos dias en la vida nunca vienen nada mal.....de alguna forma de eso se trata vivir....."

Saludos.